Niños precoces y adolescentes eternos, la maduración de las nuevas generaciones sufre a dos puntas. ¿Cómo se explica?
Parece una paradoja, pero las dos cosas están relacionadas. Por un lado, estamos acelerando el desarrollo de nuestros niños: académicamente, exponiéndolos a los medios de comunicación adultos; viéndolos como consumidores; cargándolos con rutinas innecesarias. Pero, por otro lado, los infantilizamos. No los dejamos salir por sí solos hasta que son mucho mayores que nunca; nos afligimos por cada cosa que les pasa y nunca les decimos NO. Esto explica la precocidad de los niños pequeños y la inmadurez de los niños que nunca crecen: dos caras de la misma moneda. Los dos fenómenos proceden de nuestro instinto de hacer lo mejor para nuestros hijos. Ese instinto, en la última generación, se ha convertido en una caricatura de sí mismo.
Esta es la reflexión del Autor del libro Bajo Presión,Carl Honoré. Un libro pensado para rescatar a los niños de las tensiones propias del siglo XXI.
Entre otros pensamientos responde sobre: ¿Qué cultura construimos para que las disputas del mundo adulto incluyan a nuestros hijos en el menú?
Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto - nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros. Voltaire dijo: "Lo perfecto es enemigo de lo bueno".
Desde "mi hijo el doctor", siempre hubo proyectos para los hijos, ¿qué hay ahora?
Es cierto que los padres siempre han tenido el orgullo de los logros de sus hijos. Pero hoy, este instinto ha caído en la caricatura. Muchos pegan carteles en sus autos con lemas como "Mi hijo es un estudiante de honor en la Escuela X". Una reciente caricatura del New Yorker bromeó sobre la tendencia de tratar a nuestros hijos como un proyecto vanidoso: Una joven pareja se encuentra con orgullo al lado de la cuna de su bebé recién nacido. La madre suspira: "Ay, mirá, es un abogado". En estos días se nos habla incluso de nuestros hijos en la tercera persona del plural: "Tenemos muchas tareas. Jugamos al fútbol el domingo. Estamos aplicando a Harvard". La línea entre padres e hijos se ha desdibujado.
La nota se publicó en Diario Clarín. Para Leer el artículo completo hacer click aquí.
jueves, 22 de enero de 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Hola, solo queria decirte que te denuncie por copiar el articulo del clarin.
Chau loco, cuidate ;)
Publicar un comentario