Cada vez más adolescentes consumen alcohol regularmente. Y la edad de inicio es cada vez más baja. Según un estudio realizado por Programar Proyectos Educativos , consultora centrada en estrategias educativas para la calidad de vida, en el último mes, el 40% de los alumnos de séptimo grado consumió alcohol y en quinto año el 98%.
"El problema de hoy es que los adolescentes sociabilizan cada vez menos cara a cara, y enfrentar estas situaciones les cuesta demasiado", dijo a lanacion.com Harry Campos Cervera psicólogo especialista en adicciones de la Asociación Psiconanalítica Argentina (APA).
El estudio indica que la edad de quiebre es entre los 14 y los 15 años. "Los adolescentes reclaman de sus padres compartir más tiempo con ellos, que discutan menos, más límites, que respeten sus opiniones y más libertad, explicó Patricia Haidbauer, Directora de Programar. Entre los efectos que buscan los adolescentes en el alcohol, enumeró la búsqueda de diversión, sentirse superiores y contactarse con personas del sexo opuesto.
Esta nota fue publicada en diario La Nación. Para ver la nota completa pulsar aquí
lunes, 26 de enero de 2009
Poner límites a los chicos, lo que más les cuesta a los padres
La droga, el alcohol y la noche son sus mayores temores. Pero para los jóvenes encuestados, "no pasa nada". Y dicen que son sus padres los que los llenan de miedos.
Los padres que tienen hijos adolescentes le temen a casi todo: a la noche, las drogas, el alcohol, los accidentes de autos, los secuestros, los robos, las agresiones físicas y hasta la discriminación. Pero también reconocen que lo que más les cuesta es ponerles límites a estos hijos que de repente los enfrentan, los pelean y los desafían a diario. Del otro lado, sólo una pequeña minoría de chicos admite sentirse inseguro cuando sale, el resto dice que "no pasa nada" y que son los padres los que los llenan de miedos. Sí dicen ser conscientes de los riesgos de consumir drogas, sobretodo el paco.
De la encuesta realizada por la consultora D'Alessio Irol en familias de clase media de Capital Federal se desprende que sólo el 4% de los padres de chicos de 13 a 18 años prohíben las salidas nocturnas. Igual, el 57% aclaró que el permiso "depende del tipo de salida". Aún así, 9 de cada 10 admitió que tienen miedo y que se quedan inseguros cuando sus hijos salen.
El factor que más influye en la decisión de autorizar una salida es saber con quién salen los chicos. También importa el lugar (si es una casa, un bar, un boliche). Los datos más tranquilizadores son saber dónde están los chicos y a qué hora vuelven; o controlarlos por celular. Y están los que directamente optan por llevarlos y traerlos. Los chicos tienen sus propias rutinas para salir tranquilos: no volver solos nunca, moverse en taxi o remís, o ir a dormir a la casa de los amigos.
Estos datos fueron sacados de Una encuesta a familias de clase media de buenos Aires sobre miedo y preocupaciones cotidianas.
Esta nota fue publicada en el Diario Clarin. Para leer la nota completa hacer click aqui
Los padres que tienen hijos adolescentes le temen a casi todo: a la noche, las drogas, el alcohol, los accidentes de autos, los secuestros, los robos, las agresiones físicas y hasta la discriminación. Pero también reconocen que lo que más les cuesta es ponerles límites a estos hijos que de repente los enfrentan, los pelean y los desafían a diario. Del otro lado, sólo una pequeña minoría de chicos admite sentirse inseguro cuando sale, el resto dice que "no pasa nada" y que son los padres los que los llenan de miedos. Sí dicen ser conscientes de los riesgos de consumir drogas, sobretodo el paco.
De la encuesta realizada por la consultora D'Alessio Irol en familias de clase media de Capital Federal se desprende que sólo el 4% de los padres de chicos de 13 a 18 años prohíben las salidas nocturnas. Igual, el 57% aclaró que el permiso "depende del tipo de salida". Aún así, 9 de cada 10 admitió que tienen miedo y que se quedan inseguros cuando sus hijos salen.
El factor que más influye en la decisión de autorizar una salida es saber con quién salen los chicos. También importa el lugar (si es una casa, un bar, un boliche). Los datos más tranquilizadores son saber dónde están los chicos y a qué hora vuelven; o controlarlos por celular. Y están los que directamente optan por llevarlos y traerlos. Los chicos tienen sus propias rutinas para salir tranquilos: no volver solos nunca, moverse en taxi o remís, o ir a dormir a la casa de los amigos.
Estos datos fueron sacados de Una encuesta a familias de clase media de buenos Aires sobre miedo y preocupaciones cotidianas.
Esta nota fue publicada en el Diario Clarin. Para leer la nota completa hacer click aqui
jueves, 22 de enero de 2009
Niños precoces y adolescentes eterno
Niños precoces y adolescentes eternos, la maduración de las nuevas generaciones sufre a dos puntas. ¿Cómo se explica?
Parece una paradoja, pero las dos cosas están relacionadas. Por un lado, estamos acelerando el desarrollo de nuestros niños: académicamente, exponiéndolos a los medios de comunicación adultos; viéndolos como consumidores; cargándolos con rutinas innecesarias. Pero, por otro lado, los infantilizamos. No los dejamos salir por sí solos hasta que son mucho mayores que nunca; nos afligimos por cada cosa que les pasa y nunca les decimos NO. Esto explica la precocidad de los niños pequeños y la inmadurez de los niños que nunca crecen: dos caras de la misma moneda. Los dos fenómenos proceden de nuestro instinto de hacer lo mejor para nuestros hijos. Ese instinto, en la última generación, se ha convertido en una caricatura de sí mismo.
Esta es la reflexión del Autor del libro Bajo Presión,Carl Honoré. Un libro pensado para rescatar a los niños de las tensiones propias del siglo XXI.
Entre otros pensamientos responde sobre: ¿Qué cultura construimos para que las disputas del mundo adulto incluyan a nuestros hijos en el menú?
Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto - nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros. Voltaire dijo: "Lo perfecto es enemigo de lo bueno".
Desde "mi hijo el doctor", siempre hubo proyectos para los hijos, ¿qué hay ahora?
Es cierto que los padres siempre han tenido el orgullo de los logros de sus hijos. Pero hoy, este instinto ha caído en la caricatura. Muchos pegan carteles en sus autos con lemas como "Mi hijo es un estudiante de honor en la Escuela X". Una reciente caricatura del New Yorker bromeó sobre la tendencia de tratar a nuestros hijos como un proyecto vanidoso: Una joven pareja se encuentra con orgullo al lado de la cuna de su bebé recién nacido. La madre suspira: "Ay, mirá, es un abogado". En estos días se nos habla incluso de nuestros hijos en la tercera persona del plural: "Tenemos muchas tareas. Jugamos al fútbol el domingo. Estamos aplicando a Harvard". La línea entre padres e hijos se ha desdibujado.
La nota se publicó en Diario Clarín. Para Leer el artículo completo hacer click aquí.
Parece una paradoja, pero las dos cosas están relacionadas. Por un lado, estamos acelerando el desarrollo de nuestros niños: académicamente, exponiéndolos a los medios de comunicación adultos; viéndolos como consumidores; cargándolos con rutinas innecesarias. Pero, por otro lado, los infantilizamos. No los dejamos salir por sí solos hasta que son mucho mayores que nunca; nos afligimos por cada cosa que les pasa y nunca les decimos NO. Esto explica la precocidad de los niños pequeños y la inmadurez de los niños que nunca crecen: dos caras de la misma moneda. Los dos fenómenos proceden de nuestro instinto de hacer lo mejor para nuestros hijos. Ese instinto, en la última generación, se ha convertido en una caricatura de sí mismo.
Esta es la reflexión del Autor del libro Bajo Presión,Carl Honoré. Un libro pensado para rescatar a los niños de las tensiones propias del siglo XXI.
Entre otros pensamientos responde sobre: ¿Qué cultura construimos para que las disputas del mundo adulto incluyan a nuestros hijos en el menú?
Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto - nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros. Voltaire dijo: "Lo perfecto es enemigo de lo bueno".
Desde "mi hijo el doctor", siempre hubo proyectos para los hijos, ¿qué hay ahora?
Es cierto que los padres siempre han tenido el orgullo de los logros de sus hijos. Pero hoy, este instinto ha caído en la caricatura. Muchos pegan carteles en sus autos con lemas como "Mi hijo es un estudiante de honor en la Escuela X". Una reciente caricatura del New Yorker bromeó sobre la tendencia de tratar a nuestros hijos como un proyecto vanidoso: Una joven pareja se encuentra con orgullo al lado de la cuna de su bebé recién nacido. La madre suspira: "Ay, mirá, es un abogado". En estos días se nos habla incluso de nuestros hijos en la tercera persona del plural: "Tenemos muchas tareas. Jugamos al fútbol el domingo. Estamos aplicando a Harvard". La línea entre padres e hijos se ha desdibujado.
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